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En mi percepción personal, es un hombre inteligente, con sobrada experiencia política. Sin embargo, la función pública se califica y se mide por resultados, no por percepciones personales, de modo que mi opinión particular sobre el gobernador puede ser irrelevante, cuando lo que importa y afecta a los veracruzanos es el resultado de las políticas de gobierno. He dicho que Veracruz es un estado lleno de colorido, de riquezas culturales e históricas como el Tajín o Tlacotalpan, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Ni qué decir de nuestras bellezas naturales, como la cascada de Eyipantla en los Tuxtlas; de las orquídeas y el café, o la calidez de nuestro alegre carnaval. Pero ese colorido y esa alegría palidecen y se desdibujan ante la dura realidad de nuestro Veracruz trágico, realidad que afecta a más del 40 por ciento de la población, es decir, a casi 3 millones de veracruzanos que viven en zonas donde palpitan la miseria y la inseguridad. No es un juicio personal: estamos en los últimos lugares del desarrollo nacional. A pesar de nuestras riquezas ocupamos un vergonzoso lugar entre los estados con mayor pobreza. A muchas de nuestras comunidades todavía se llega caminando o a caballo. Miles de niños siguen dejando de ir a la escuela cuando un arroyo se desborda. Más de un millón de jóvenes veracruzanos ha emigrado a los Estados Unidos por falta de oportunidades, dejando tras de sí familias desintegradas. Es imposible que podamos acabar con este Veracruz trágico repartiendo cobijas y láminas de cinc, cuando lo que los veracruzanos quieren y exigen es empleo y oportunidades. Lo que necesitamos es un Veracruz eficaz, con un gobierno eficiente. |
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