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Beckett y Proust

 

“En Proust no hay gatos negros
ni perros fieles”, escribe Samuel Beckett. La mayor parte de sus imágenes son botánicas, ve a la humanidad como flora, afirma el Nobel irlandés, una manía que encaja con su indiferencia por
los valores morales y la justicia de los hombres. En un ensayo escrito en el verano de 1930, Beckett analiza la narrativa y los personajes de En busca del tiempo perdido. Descubre los vínculos de Proust con Schopenhauer y la influencia de

Dostoievski, y defiende un estilo que fatiga el corazón pero no la mente. Beckett destila su pesimismo esencial al referirse a la Memoria y la Costumbre como los atributos del “cáncer del Tiempo”, un triunvirato que domina, asegura, cada uno de los episodios proustianos.

Publicado por Tusquets, Proust incluye tres célebres conversaciones que el escritor mantuvo con el crítico de arte Georges Duthuit en 1949 sobre lo que llamó una “pintura inexpresiva”, reflexiones que surgen a partir de la obra de Pierre Tal-Coat, André Masson y Bram van Velde.

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