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palabras –una obsesión personal–, fragmentos de canciones y títulos
de libros.

“Para plantear a los personajes, hay que adentrarse en su interior, en el fluir psíquico. La descripción externa es igual de importante que la interna”, señala. “Por esto, sentí que era necesario hablar no sólo de la música que ambos escuchaban, sino de los libros que leían, de qué pasaba por su mente, qué soñaban...”.

Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM, con una

maestría en Literatura por la UCLA,  Zárate cursa el doctorado en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana.

“Me interesa explorar la mente humana”,  sostiene. “Ahí se esconden misterios, como ocurre en Rímel. Dicen que uno escribe solamente una obra
en su vida. Yo he encontrado que varios escritos míos justamente tratan sobre trastornos psicológicos; entonces, haciendo retrospectiva, creo que podría decir que es una característica de
mi escritura”.

 

escenas se suceden, casi siempre en ambientes cerrados. La mirada es una constante, adentro y afuera; hay una voluntad de descripción.

“Pienso que uno se ve en la mirada del otro, no sólo en la propia”, dice la autora. “En el otro es donde nos reconocemos o nos desconocemos. Con Kin y Lissa las fronteras se desvanecen, son personajes espejo, pero también opuestos”.

Zárate se propuso involucrar al lector, por eso escogió narrar en segunda persona. Intercala definiciones de

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