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Perversa, poética, inquietante. Así define Karla Zárate a Rímel, su primera novela. Cuenta la historia de dos
hermanos: Kin, un cirujano plástico obsesionado por la piel femenina, y
Lissa, cuyo oficio es poner pestañas postizas a domicilio.

Desde niños han construido una
relación cómplice, cerrada. Cada uno está obsesionado por el otro, al grado
de querer poseerlo: conocer sus
sueños, sus pensamientos.

Gravita también una relación física, incestuosa. “Vamos viendo el mundo

que a veces tomen distancia. El género es suspenso psicológico, ya que hay enigmas por resolver”.

Uno es la misteriosa desaparición de mujeres que han pasado por el consultorio de Kin. Zárate da a su novela un final abierto. El lector tiene la última palabra. “¿Es Kin producto de la imaginación de Lissa? ¿Viceversa? ¿Son dos entes distintos o es una sola persona? Bien lo dice el epígrafe de Hermes Trismegisto que elegí: ‘Lo que es arriba, es abajo’”.

Rímel es una novela visual, donde las

Opta por el suspenso psicológico

que ellos crean, y cómo con el tiempo se va complejizando; va adquiriendo peso  hasta llegar a desplazar el mundo real y todo lo que le rodea”, explica.

Rímel (Suma de Letras) es narrada por sus dos personajes. Los mismos hechos son contados desde diferentes puntos de vista. Lo que siente uno no es siempre lo que percibe el otro. Más que acción, hay introspección, transcurre en un plano interior.

“Lissa y Kin son dos polos que sienten una fascinación mutua, pero al mismo tiempo el temor e inquietud hace

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