Cumplirá 80 años de edad el 23 de julio, y más de 50 de carrera política. Dirigió el PRI y el PRD, fue dos veces secretario de Estado, representante de México ante la ONU y la Unión Europea, candidato presidencial, senador, diputado... ¿Qué le quita el sueño a un político que ha trascendido a 10 presidentes?
Texto: Carole Simonnet  /   Fotos: Enrique Ortiz y Archivo General de la Nación  /  Diseño: Ana Tlapanco y Fernando Rétiz
El foxismo

Porfirio vivía momentos de presión en la coordinación. En 1998, al expresar en una conferencia con estudiantes su interés de ser precandidato a la Presidencia en 2000, provocó que semanas después una mayoría de diputados afines a Cárdenas y otras corrientes lo desconocieran como líder parlamentario.

Dejó finalmente la coordinación el 3 de marzo de 1999 y fue postulado por el PARM como su candidato presidencial. Al no recibir apoyos del PRD, renunció al partido el 13 de enero de 2000, tras 10 años de militancia.

Ese día escribió en una carta que los dirigentes no merecían ni su respeto ni su amistad. Y, a diferencia de su ruptura con el PRI, Muñoz Ledo se fue sin seguidores. “Me hicieron la guerra todos, la mayor parte me dieron la espalda, perdí amigos, fue un momento difícil para mí. Ahora la llevo bien con la dirigencia del PRD, pues han pasado muchos años”, asegura.

Pablo Gómez, quien se convirtió en jefe nacional interino del PRD en 1999, sostiene que no tuvo una confrontación personal con él. Pero ironiza sobre el hecho de que, cuando quiso ser candidato presidencial, Porfirio iba a sus oficinas a cada rato para pedir que el proceso se llevara a su manera.

Muñoz Ledo se postuló finalmente como candidato presidencial del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y, meses después, declinó a favor del candidato panista Vicente Fox, desatando una nueva polémica. La Secretaría de Gobernación priista lo acusó de haberle pedido que el gobierno vinculara al líder del PARM, Carlos Guzmán, con el narcotráfico para quedarse con el partido, o de lo contrario declinaría su candidatura para apoyar al guanajuatense. Muñoz Ledo siempre negó la acusación.

Durante siete meses, de agosto a diciembre de 2000, asumió la coordinación de la mesa de estudios para la Reforma del Estado, y ante la falta de interés del presidente Fox por el tema, solicitó ser designado embajador de México ante la Unión Europea.

Sus amigos califican su decisión como su principal error político, aunque lo justifican por el contexto personal e histórico. “Fue una equivocación, lo cual demuestra que tampoco hay infalibilidad de la persona. Pero fue temporal, afortunadamente”, expresa Ifigenia Martínez.

José Agustín Ortiz Pinchetti, cercano a López Obrador, admite que existía la esperanza de que Fox pudiera llevar a cabo la transición democrática. “En ese momento no veíamos a Fox como lo que era. Yo mismo brindé cuando ganó Fox y me pareció una exageración lo que dijo Cárdenas, de que era ‘un día negro para la historia de México’... pero tenía razón”, dice.

Hace no mucho tiempo, Porfirio le dijo a Ortiz Pinchetti que su experiencia central de la política había sido el sufrimiento, una confesión que dejó asombrado al ex secretario de Gobierno del Distrito Federal, porque poca gente a su juicio ha tenido un desarrollo tan fantástico de su vocación política.

En este momento del recuento de su vida, Porfirio hace una pausa. No llega a expresar su arrepentimiento, pero este episodio lo hace cavilar sobre cuál hubiera sido su destino si hubiera aceptado la propuesta que le hizo López Obrador en 1999 de ser el candidato del PRD a la jefatura de Gobierno del DF.

“Ahí tomé una decisión que no necesariamente fue correcta. Son las decisiones que uno vuelve a pensar; en las circunstancias que me encontraba, yo no tenía hígado para seguir. Frente a la agresión de los grupos que estaban a favor del ingeniero Cárdenas, pensé que no me iban a dar facilidades para ser jefe de Gobierno y que iba a ser una pelea muy dura (...) Nos vimos en tres ocasiones Andrés Manuel y yo, y yo me negué, no sé si cometí un error. Pudo haber cambiado la historia, pero uno nunca sabe”, afirma.

Porfirio sigue hablando de él en pasado. Parece haber entrado a sus casi 80 años en una nueva etapa de su vida. El que ponía apodos y se mofaba en el pasado de sus adversarios políticos, se modera.

“Yo me he hecho una filosofía: no sé si sea parte de la edad, es que yo no quiero tener ya confrontaciones personales con nadie, puedo tener diferencias ideológicas y políticas, pero ya no quiero confrontaciones personales”.

No ha sido el único cambio en su vida. El hiperactivo y empedernido viajero ha bajado también su ritmo de trabajo y no sale casi del país. Hace apenas cuatro meses, el avión de Aeroméxico que tomó para ir a Guadalajara se despresurizó y tuvo que regresarse de urgencia. A este incidente angustiante se agregó un accidente de coche que pudo ser grave y la operación de una hernia inguinal en 2012 con complicaciones cardiacas. Muchos problemas para un hombre acostumbrado a vivir a 100 por hora.

Ya no usa los mocasines de bailarín de mambo, tango y samba. Y ha suspendido sus inmersiones en la pequeña alberca que tiene en su casa, por un problema de oídos. Ya sólo toma un café en la mañana para despertarse. Bebe tés de manzanilla para cuidar su estómago. Pero sí, Porfirio fuma sin parar.

“No hables de lo que estoy fumando”, pide durante la entrevista, “lo he dejado durante un tiempo. Por una distracción, alguien me ofreció un cigarro y creí que era muy fácil... con uno solo basta”.